Hoy vengo duro con las reflexiones 6: Estoy bien. La mentira más grande del hombre.
Ya hace mucho tiempo que no sabía como describir esta gran mentira de talla mundial, pues es difícil escribir algo así. Hace un tiempo escuché unas palabras de un gran humorista, un monólogo en el que explicaba esta gran mentira.
ESTOY BIEN
Si a cualquier hombre le preguntas «¿Cómo estás?«, te responderá que «Bien«. Es una gran mentira que decimos, sí, mentimos al respecto de como nos encontramos y, además, lo hacemos de forma consciente. Si eres hombre, sabes que esa mentira es cierta, sabes que mentimos y que lo hacemos con mucha más frecuencia de la que deberíamos. Lo hacemos ante la familia, ante las amistades, ante conocidos y desconocidos. Esa mentira se nombra más que cualquier otra de infidelidades, de robos, de engaños, ni todas esas juntas llegan al nivel de «Estoy bien«.
¿Por qué mentimos? No me refiero a mentir en general sino sobre esa cuestión concreta que os indico. Mentimos porque durante generaciones nos hemos visto condicionados por la sociedad. Sí, nosotros los hombres hemos sido reprimidos durante siglos y esto es algo innegable. Pero nos han reprimido familiares, amistades, conocidos y, incluso, desconocidos, todos han reprimido a algún hombre a lo largo de su vida.
Esa represión viene en la forma más dura y que más daño hace, a través de unas palabras muy duras. Si no me crees, piensa en cuantas veces has escuchado eso de: «Los hombres no lloran», «No llores, pareces un maricón», «Llorar es de niñas, un hombre no llora», «Bah, no será para tanto, tu eres un hombretón», etc. Cuántas frases habrás escuchado así infinidad de veces. Esas palabras duelen tanto, porque por cojones tenemos que tragarnos todo y seguir adelante, a pesar de estar completamente rotos por dentro, y encima nos exigen no exteriorizarlo.
LA GRAN VERDAD DE LA MENTIRA
Es cierto que mentimos sobre cómo nos encontramos, ya sea por vicisitudes del trabajo, amistades o dinero. Pero también hay algo que tenemos que decir y es que no mentimos para hacer daño, mentimos para proteger, para evitar perjuicios o, incluso, lo hacemos para evitar discusiones que pueden empeorar la situación, que ya de por sí es dura para nosotros. No es que sea una mentira piadosa, ni tampoco una de niños, sabemos que esa mentira puede dar lugar a un enfrentamiento que, nosotros, queremos evitar a toda costa.
Seguramente estés pensando que no tenemos la suficiente confianza con la persona que deberíamos tratar ese tema, pero es precisamente esa confianza la que hace que no queramos hacer daño y por eso mentimos. Por el cariño, la amistad o el amor que sentimos por esa persona, tragamos más de lo que somos capaces de aguantar y cargamos sobre nuestras espaldas un peso mayor del que podríamos levantar en un gimnasio, porque ese peso es una losa de mármol macizo. Esa confianza es precisamente la que saca nuestro lado protector y la que impide que digamos como estamos realmente.
Los hombres tenemos ese famoso peso de que debemos ser «fuertes, protectores, fríos, e invencibles», pero no debería ser así. Sí, lo digo en condicional: debería, porque la realidad es que si nos ponemos sentimentales, empáticos, tiernos, ya nos tratan de «cursis, sensiblones, nenazas, etc.», es la triste realidad. Sí, seguramente pienses que esto hay que cambiarlo o, incluso, que ya se está cambiando, pero lo cierto es que aún quedan años, décadas o incluso siglos, para que esa situación sea real.
PERO ¿QUÉ PODEMOS HACER?
La pregunta del millón, ¿qué podemos hacer? Responder eso de que no hay que juzgar, es algo que no se debería hacer, porque se supone que jamás se debería hacer, pero es lo primero que se debe recordar. Lo que podemos hacer también es no presionar a la persona que sabemos que está mal, debemos ofrecerle la ayuda, pero si le presionamos, se cerrará aún más y no queremos eso. Si ya de por sí, un hombre tiene una presión impuesta por la sociedad, ¿de qué iba a servir que una persona, que es de su confianza, le presione más todavía?
Lo mejor que puedes hacer es ser paciente, no presionar, y cuando ese hombre se decida a hablar sobre como está, simplemente escúchale. Solo eso, tú escucha y deja que se desahogue. Quedad en un bar poco concurrido, una zona fuera de la habitual, una cerveza o un refresco y simplemente deja que hable, a ser posible no le cortes, que él te preguntará, cuando lo crea conveniente, tu opinión. Cuando se sienta liberado, podrás ver un cambio en su cara, podrás ver como vuelve la alegría a su rictus, y verás que se siente tan cómodo como para hablar de algo tan personal. Pero recuerda, lo que allí se habla, allí se queda, no le traiciones jamás, no lo comentes con nadie, porque perderás toda la confianza que tenías con él y pasarás a ser su enemigo.
REFLEXIONANDO
Ahora viene la motivación de la reflexión: Lo difícil de un hombre es hablar sobre como está, pero también es difícil para los demás saber como está ese hombre, porque ese hombre «está bien».
Reflexionar sobre todo esto y dejad en los comentarios, si alguien lo lee, si alguna vez has visto a un hombre decir que «estoy bien», cuando sabes a ciencia cierta que no lo está.
Os dejo el monólogo del que os hablaba al principio de esa gran persona y humorista, Franco Escamilla, que me tocó el corazón con sus palabras.
Un fuerte abrazo de un vasco que ha reflexionado.
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Estas son las reflexiones de un vasco que a lo largo de su vida se han ido almacenando en su cabeza.